BIENVENIDO A ESTA GALERIA VIRTUAL RESERVADA AL ARTE

Es para mi un honor poder mostrarte ésta exposición virtual en la que podras ver algunas de las obras que hasta el momento he pintado. Espero que sean de tu agrado y te animo a poder contactar conmigo para conocer tu opinión.

EL ARTE PURIFICA EL ALMA Y ENNOBLECE EL CORAZÓN

¿ NO SABE QUÉ REGALAR.....?

Regale arte.

Una pintura es uno de los obsequios que más se adapta a cualquier persona, porque puede hacer referencia a sus aficiones, creencias etc. Ademas de ser único y original.

Si tenemos que regalar a:
¿Alguien amante de la S. Santa?
-Un cuadro de alguna cofradía en su estación de penitencia.
¿Alguien devota de la Virgen de la Sierra?
-Un cuadro de la "Bajá".
¿Alguien que le guste el barrio del Cerro?
-Un cuadro de algún rincón de este bello lugar.
Y el más personal y directo; UN RETRATO de la persona querida.

Y así, muchos ejemplos en los que acertariamos en la elección del regalo.


PERFIL Y CRÍTICA

PERFIL

   Manuel Aguilar Aranda natural de Cabra (Córdoba) es uno de esos claros ejemplos de los buenos hijos que un pueblo, con el decurso del tiempo, alumbra por sus hechos y aptitudes. Un trovador de la música, un notario, enfundado en su traje de pintor, de los rincones egabrenses y un inventor de estados de ánimo a través de la música y la pintura. Todo eso y en una sola persona es Manuel Aguilar: la imagen de la búsqueda artística incesante, la de un corazón y alma inquietos avanzando con paso firme ante cualquier hecho creativo, la de unas manos que lo mismo están asidas a un pentagrama sin levantarse unos milímetros rasgando su piel rugosa y dibujando corcheas, que acariciando un pincel que besa la paleta de colores para cristalizar paisajes de una realidad pasada y recreada.

   La pintura y la música, dos caras de Manuel Aguilar puenteadas por el mismo denominador común: la sensibilidad y la apertura a los sentidos para captar la esencia de lo que nos circunda. La pintura de Aguilar nos evoca lo explícito y en su imagen eterna entraremos en una interpretación que no cambiará por más que pasen los años. La música, en cambio, es la parcela para lo implícito, aquello que no se ve y que sólo puede explicarse a través de su lenguaje de negras, corcheas etc. Quizás, y esto es sólo una valoración de quien escribe, en la música tendremos al Aguilar introspectivo, mientras que en la pintura aparecerá su lado más directo. Lo cierto es que son dos ámbitos de su vida artística que lo han convertido en un creador, por naturaleza muy global y completo.

   Lo primero fue la música. Con tan sólo siete años comenzó a estudiar solfeo e instrumento (trompa) con el recordado Maestro D. José Rodríguez, que a la postre se convertiría en su principal mentor musical y amigo. Al año siguiente ingresó en la Banda Municipal, a la que perteneció hasta en el 2006, pasando por diversos cargos a lo largo de su trayectoria, entre ellos el de presidente. Al poco tiempo de ingresar en la banda, ocupó puesto en la sección de trompas, aunque luego perteneció a la cuerda de trompetas y finalmente a la de fliscornos, llegando a ser solista. Cuando en el Centro Filarmónico todavía existía la orquesta del Cuadro Artistico, Aguilar actuaba en su seno con su trompa para luego pasar a la orquesta de plectro como bandurria 1ª. Estos estudios no reglados se vieron perfectamente complementados con los que cursó en el Conservatorio de Música, llegando hasta cuarto de piano, conclusión del solfeo y algunos cursos saxofón.

   Su experiencia en la música avanzaba y pronto pasaría a ser profesor de la escuela de la banda de música, llevando la enseñanza de todos los instrumentos así como el solfeo, labor que desempeñó durante algo más de veinte años. También, primero como director adjunto y más tarde como codirector, Aguilar se enfrentó a la batuta para dirigir a la formación musical egabrense en procesiones, conciertos y otros eventos.



   Pero su labor como músico no cejó en la banda de música y el plectro del Centro Filarmónico. Tras la adquisición, en 1988, de un órgano en la Parroquia de la Asunción y Ángeles, Manuel Aguilar pasó a ser director de una coral de voces jóvenes que se formó a instancias de su entonces párroco, D. Manuel Osuna. La coral iba acompañada por una pequeña orquesta, al modo de formación de cámara, que solía integrarse también con instrumentos de viento de la propia banda de música.


   Coincidiendo con su etapa madura como músico de la que ya era sociedad instructivo musical Banda de Música de Cabra, contactó con la pintura a través de la conocida y afamada pintora catalana Ana Farré Navarro, con la que estudió durante un año y medio en su propio estudio y de la que aprendió técnicas que serían con el paso de los años una seña de identidad en su obra pictórica.


   La creación Manuel Aguilar es un autor inquieto que padece esa enfermedad benigna de la incontinencia creativa. Gracias a su carácter prolífico, el legado de Aguilar acoge hasta hoy algo más de una decena de piezas musicales para la Semana Santa de Cabra, Cuevas de San Marcos y Doña Mencía, y un número importante de cuadros que han obtenido magníficas críticas a propósito de las numerosas exposiciones donde se han podido contemplar. Su primer contacto con la música procesional, tuvo lugar en 1991, cuando estrena la marcha “Sentir Cofrade”, dedicada a todas las personas que trabajan por la S. Santa de Cabra y que, según su propio autor, “es una especie de Himno que al escucharlo recuerda a nuestra Semana Mayor y sus vivencias”.


   A partir de ahí, arrancaría un período muy fructífero, en el que anualmente estrenaría una marcha procesional, dedicada a imágenes de nuestra Semana Santa: “Madre de la Piedad” (1992), “Reina del Stmo. Rosario” (1993) y “A Jesús de las Necesidades” (1994). Tras una etapa en blanco, quizás reposando unos años de inspiración constante, en 1999 vuelve al papel pautado escribiendo una marcha para la “Virgen del Mayor Dolor” de la localidad vecina de Doña Mencía, titulada “Virgen del Calvario”.


   Al poco tiempo, en el 2001, se estrenó en un terreno totalmente nuevo en ese momento para él, como era la música de capilla, firmando la partitura “Al Cristo de la Sangre”, dedicada al homónimo crucificado que se venera en la iglesia de la Asunción y Ángeles. Para el sexagésimo aniversario de la fundación de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Cabra, Aguilar compone la marcha “Aniversario de Pasión en Cabra”, en la que incluye, como novedad hasta entonces en lo que a marchas procesionales egabrenses se refiere, la participación de cornetas y tambores dentro de la plantilla instrumental de la banda. Al año siguiente dedica a la hermandad del Sepulcro, también de Cabra, una marcha fúnebre desgarradora y hermosa, “Cristo en el Santo Sepulcro”.Su actividad como compositor en el terreno religioso, parecía no tener fin, ya que los encargos le seguían llegando a medida que sus marchas se iban estrenando.


   Así, en el 2006 es nombrado pregonero de la S. Santa de Cabra, pero tras meditar mucho la propuesta rechaza el nombramiento, aludiendo que (palabras textuales) "la mejor manera de expresar lo que siento por mi S. Santa es hacerlo en un pentagrama, este menester mejor para un buen orador". En este año  compuso “Esperanza, Madre de Cuevas”, para la Virgen de la Esperanza de Cuevas de San Marcos (Málaga) y en el 2007 cristaliza un año muy prolífico, al componer dos marchas, una para la Virgen de la Caridad de la hermandad de la Columna de Cabra en su primera salida procesional (“Caridad Soberana”) y otra para la Virgen del Mayor Dolor de la hermandad del Calvario de Doña Mencía en el vigésimo quinto aniversario de la bendición de su titular (“Causa de nuestra alegría”). También, para esta hermandad, escribió la pieza de capilla “Dolor en el Calvario” en ese mismo año.


   Tras dejar de pertenecer a la banda de música de Cabra, Manuel Aguilar ha estado en continuo contacto con el género de la marcha procesional y la música religiosa en general. Tal es así, que en el 2008 asumió un papel decisivo en la organización del Grupo de Música de Capilla de la Hermandad del Calvario de Cabra, de la que forma parte como saxofonista.


   Pero la relación de este músico egabrense con el arte del pentagrama, no sólo se reduce al ámbito religioso, sino que también su currículum está jalonado por nombres de bandas locales que han cultivado el pop-rock. En los años ochenta nace el grupo “Destino Esquivo”, en el que Manuel Aguilar entra a formar parte como batería y más adelante concretamente en 1993 forma junto a un grupo de amigos "Malos Tiempos" componiendo el tema instrumental “La Magia de tus ojos”. Las vicisitudes de cada uno de sus componentes, condujo a la disolución del grupo, pero en la actualidad y junto a alguno de ellos Aguilar ha vuelto a ponerse las botas del músico pop y rock, integrándose en la nueva banda "Búmeran".


   Como curiosidad, dentro todavía de la música, Manuel Aguilar compuso en 1992, con motivo de la Guerra del Golfo, la pequeña obra “Una canción de Paz”, completamente instrumentada para banda, que fue grabada por la A.I.M. Banda de Música de Cabra en los estudios Sonisur de Montilla, junto a una voz masculina y femenina.
  
   En el terreno de la pintura, Aguilar Aranda ha abonado este campo con una cantidad ingente de obras, todas de bellísima factura y cuidadísimo estilo. Su producción puede resumirse en diferentes logros, encargos y exposiciones de sumo interés, como los siguientes:


   - En 1985 obtiene el primer premio de dibujo en las convocatorias a lo largo del período militar en el Centro de Instrucción de Reclutas de Alicante.
   - Cartel de la Cabalgata de Reyes Magos de 1993
   - Óleo con la imagen del Cristo de la Expiración, para el estandarte de esta hermandad en 1993
   - Carteles de la Feria y Fiestas de San Juan de los años 1996 y 1997.
   - Algunas exposiciones individuales y colectivas  en las Salas de la Casa de la Cultura y Juventud del Ayuntamiento, Capilla del Antiguo Asilo y CajaSur.
   - Participación en la Feria de muestras "Expobética" durante varias ediciones.


   Actualmente dedica parte de su obra a plasmar en el lienzo rincones antiguos de Cabra dando vida y color a lugares que solo conocemos por fotografías en blanco y negro.


   Mateo Olaya Marín
  Pregonero de la S.Santa de 2011
 Investigador y entendido en música cofrade.

CRÍTICA

Al acercarnos a la pintura de Manuel Aguilar lo primero que se nos antoja es que tres amores dominan completamente su obra: amor por su tierra, por sus tradiciones y amor por la Naturaleza. Son sentires de un artista materializados por lo general en pequeños o medianos formatos, y aunque a lo largo de los años ha jugado con distintas técnicas, en sus creaciones predomina el óleo, por el que se ha inclinado siempre y con el que ha experimentado desde su juventud, prefiriéndolo por su jugosidad y brillo, ideales para él como medio de trasladarnos la esencia de esos amores a los que aludimos.


   La paleta de Manuel Aguilar es espesa y potente de tonalidades. Casi no existen para él los pasteles ni los tonos mortecinos. Sus verdes, sus rojos, sus naranjas, sus blancos son a veces casi hirientes, vívidos; claro que, partícipes de lo amable de sus creaciones, se constituyen elemento intencionado de expresión a la hora de ofrecernos su verdadero apasionamiento por los recoletos senderos entre las breñas de la sierra, por el deambular por callejas y placetas de su querida Cabra, o por las lindes de las feraces huertas y los sotillos de los regatos que las refrescan. Y el color se palpa entonces en la obra de Manuel Aguilar pastoso y táctil: su pincelada es espesa y a la vez suelta, viva, y a veces casi nerviosa; el color brota lleno de calor y contribuye a hacer todavía más abigarradas sus composiciones. Porque la obra de Manuel Aguilar es puro abigarramiento: sus paisajes son estudiada superposición de elementos que, aunque son tomados en préstamo del natural y son identificados sin dificultad al instante, se dirían reelaborados concienzudamente, creando conjuntos saturados de luz y elementos a partes iguales. Aunque no faltan en su obra noches de luz de plata, Manuel Aguilar parece gozar más del Sol en su cénit, con el que extrae a voluntad los más rutilantes blancos de las paredes encaladas, y de los naranjos y de los balcones cargados de geranios, verdes, rojos, rosas y amarillos que propician además las sombras más violentas, que se estrellan nítidas sobre los empedrados creando casi un nuevo personaje que entra en liza por el protagonismo de muchas de sus obras.
   Pero los azules de Manuel Aguilar son otro cantar. Sus cielos sí que se antojan verdadera recreación ideal de un espacio que, si en lo natural pudieran dejar escapar el aroma y el encanto del terruño, en la obra del artista son elemento casi opresivo del que se sirve para lanzarnos a la retina el ramillete de sensaciones en que ha convertido su pintura.
   Amores de Manuel Aguilar por su tierra. Amores más allá del tópico y de lo típico, porque aunque todo se base en la observación de lo vivo, se manifiesta con insistencia lo subjetivo de la mirada, haciéndose patente desde sus inicios con su natural inclinación figurativa, su gusto por lo pequeño y cotidiano como aderezo recurrente de las escenas que pueblan prietas el retablo quieto el tiempo de sus paisajes urbanos o montunos. Tipos populares, balcones rebosantes de petunias, fuentes, faroles, árboles, muchos árboles… Un perrito que cruza la calle, una pareja de viejecitos que pasea del brazo… Lo grande y lo pequeño: la masa que aclama a la imagen de nuestra Patrona o que guarda silencio ante la estación de una cofradía.
   Y las flores. La naturaleza muerta y sobre todo los floreros son otro de los géneros preferidos de Manuel Aguilar. Sus floreros son auténtica reelaboración de estudio en aras del goce cercano y placentero de un mundo vegetal idealizado. Las flores de Manuel Aguilar se presentan, como no, en manojos apretados, en ramilletes abigarrados presos de vasijas que las fuerzan a moverse hacia nosotros, destacadas sobre fondos neutros, ofreciéndonos con delectación sus estambres filamentosos y sus lánguidos pétalos interpretados no con consistencia sedosa, sino más bien con apariencia carnosa, como seres que palpitan ante nuestros ojos, amor de Manuel Aguilar por lo natural, por lo vivo.
   Aborda, por fin, el artista otros géneros como el retrato y la reproducción de obras de artistas varios; son motivos una vez más para trabajar tomando de un modelo el alma, lo esencial, aunque lo corpóreo de la técnica y lo apasionado del estilo encuentran siempre un resquicio para mostrarse, ya sea en lo espeso de una pincelada, en un verde, en un bermellón, o en lo manifiestamente matérico de las texturas; y es que la personalidad artística de Manuel Aguilar es así: un juego entre lo amable y lo sereno de sus temas que apenas disimula la pasión que domina la gramática expresiva de sus pinceles y sus pigmentos.


   Juan Manuel Valverde Bellido
   Licenciado en Historia del Arte

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buscando cosas sobre mi abuela ana farre me he encontrado con este blog , se alegro de que le inspirara tanto en sus obras...